Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS




Comentario

De cómo llegó el gobernador a la ciudad de la Ascensión, donde estaban los cristianos españoles que iba a socorrer



Habiendo llegado, según dicho es, el cristiano español, y siendo bien informado el gobernador de la muerte de Juan de Ayolas y cristianos que consigo llevó a hacer la entrada y descubrimiento de tierras, y de las otras muertes de los otros cristianos, y la demasiada necesidad que tenían de su ayuda los que estaban en la ciudad de Ascensión, y asimismo del despoblamiento del puerto de Buenos Aires, adonde el gobernador había mandado venir su nao capitana con las ciento cuarenta personas dende la isla de Santa Catalina, donde los había dejado para este efecto, considerando el gran peligro en que estarían por hallar yerma la tierra de cristianos, donde tantos enemigos indios había, y por los enviar con toda brevedad a socorrer y dar contentamiento a los de la Ascensión, y para sosegar los indios que tenían por amigos naturales de aquella tierra, vasallos de Su Majestad, con muy gran diligencia fué caminando por la tierra, pasando por muchos lugares de indios de la generación de los guaraníes, los cuales, y otros muy apartados de su camino, los venían a ver cargados de mantenimientos, porque corría la fama, según está dicho, de los buenos tratamientos que les hacía el gobernador y muchas dádivas que les daba, venían con tanta voluntad y amor a verlos y traerles bastimentos, y traían consigo las mujeres y niños, que era señal de gran confianza que de ellos tenían, y les limpiaban los caminos por do habían de pasar. Todos los indios de los lugares por donde pasaron haciendo el descubrimiento tienen sus casas de paja y madera, entre los cuales indios vinieron muy gran cantidad de indios de los naturales de la tierra y comarca de la ciudad de la Ascensión, que todos, uno a uno, vinieron a hablar al gobernador en nuestra lengua castellana, diciendo que en buena hora fuese venido, y lo mismo hicieron a todos los españoles, mostrando mucho placer con su llegada. Estos indios en su manera demostraron luego haber comunicado y estado entre cristianos, porque eran comarcanos de la ciudad de la Ascensión; y como el gobernador y su gente se iban acercando a ella, por los lugares por do pasaban antes de llegar a ellos, hacían lo mismo que los otros, teniendo los caminos limpios y barridos; los cuales indios y las mujeres viejas y niños se ponían en orden, como en procesión, esperando su venida con muchos bastimentos y vinos de maíz, y pan, y batatas, y gallinas y pescados, y miel, y venados, todo aderezado; lo cual daban y repartían graciosamente entre la gente, y en señal de paz y amor alzaban las manos en alto, y en su lenguaje, y muchos en nuestro, decían que fuesen bien venidos el gobernador y su gente, y por el camino mostrándose grandes familiares y conversables, como si fueran naturales suyos, nascidos y criados en España. Y de esta manera caminando (según dicho es), fue nuestro Señor servido que a 11 días del mes de marzo sábado, a las nueve de la mañana, del año 1542, llegaron a la ciudad de la Ascensión, donde hallaron residiendo los españoles que iban a socorrer, la cual está asentada en la ribera del río del Paraguay, en 25 grados de la banda del Sur; y como llegaron cerca de la ciudad, salieron a recibirlos los capitanes y gentes que en la ciudad estaban, los cuales salieron con tanto placer y alegría, que era cosa increíble, diciendo que jamás creyeron ni pensaron que pudieran ser socorridos, ansí por respecto de ser peligroso y tan dificultoso el camino, y no se haber hallado ni descubierto, ni tener ninguna noticia de él, como porque el puerto de Buenos Aires, por do tenían alguna esperanza de ser socorridos, lo habían despoblado, y que por esto los indios naturales habían tomado grande osadía y atrevimiento de los acometer para los matar, mayormente habiendo visto que había pasado tanto tiempo sin que acudiese ninguna gente española a la provincia. Y por el consiguiente, el gobernador se holgó con ellos y les habló y recibió con mucho amor, haciéndoles saber cómo iba a les dar socorro por mandado de Su Majestad; y luego presentó las provisiones y poderes que llevaba ante Domingo de Irala, teniente de gobernador en la dicha provincia, y ante los oficiales, los cuales eran Alonso de Cabrera, veedor, natural de Lora; Felipe de Cáceres, contador, natural de Madrid; Pedro Dorantes, factor, natural de Béjar; y ante los otros capitanes y gente que en la provincia residían, las cuales fueron leídas en su presencia y de los otros clérigos y soldados que en ella estaban, por virtud de las cuales rescibieron al gobernador y le dieron la obediencia como a tal capitán general de la provincia en nombre de Su Majestad, y le fueron dadas y entregadas las varas de la justicia, las cuales el gobernador dio y proveyó de nuevo en personas que en nombre de Su Majestad administrasen la ejecución de la justicia civil y criminal en la dicha provincia.